En la Unidad 26 del barrio de la capital senegalesa Les Parceles está la casa de Marie. Es una de las áreas más pobres de Dakar, pero tiene una ventaja como sede de un burdel: un taxi desde el aeropuerto cuesta menos de 2.000 francos CFA (cinco dólares).
Marie, la dueña de este burdel, pertenece al 43% no infectado por el VIH de las trabajadoras sexuales de la asociación Karléne, que agrupa a prostitutas de Dakar. La prevalencia en este grupo de riesgo es el segundo gran talón de Aquiles de la lucha contra el sida en Senegal. Se calcula que el 19% de las prostitutas son seropositivas. Ser de Karléne posibilita acudir a las unidades médicas móviles de las que dispone ENDA Santé financiada por el Fondo Mundial de la Lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis , en la que se trata a las mujeres de enfermedades de transmisión sexual.
Trabajadoras Oficiales
Las políticas de prevención con las trabajadoras sexuales son extremadamente complejas en un país donde la mayoría de las prostitutas (un 80%) ejerce en la clandestinidad, a pesar de que ser Trabajadora Oficial del Sexo (TSO) aporta ventajas, sobre todo a la hora del seguimiento de la terapia antirretroviral que, en las clandestinas, se interrumpe tras las habituales detenciones, que obligan a la mujer a dejar de tomar las pastillas mientras está privada de libertad.
Marie no está registrada porque cree que nunca se contagiará del VIH. Rechaza cualquier petición de mantener relaciones sexuales sin preservativo algo muy frecuente porque los vídeos divulgativos de ENDA le han hecho temer al virus. Rechaza también el condón femenino: "Lo utilicé una vez y algo debí de hacer mal porque noté el esperma del cliente; fue la primera vez que acudí a hacerme la prueba del VIH".
Un cobertizo y numerosos clientes:
Esta prostituta de 25 años se conforma con la ayuda médica de la ONG. Eso sí, pide que el Fondo financie la reconstrucción del cobertizo donde mantiene relaciones sexuales con sus clientes para poder cobrar más y dejar la prostitución. El coste de sus servicios oscila entre los 7.500 y los 15.000 francos CFA (de 12 a 25 euros). Con ese dinero ha de mantener, dice, a 16 personas.
Para reducir la tasa de infecciones por VIH en este colectivo es básico conocer cuántas lo componen, algo que dificulta la falta de registro, como lo hace el hecho de que para ser TSO se exija tener más de 21 años. La trabajadora social Kaltoumie Camara, de ENDA Santé, intenta luchar contra esta situación infiltrándose en sus ambientes para convencer a las prostitutas de registrarse. Queda por saber si el objetivo es realista.
Información obtenida de AQUÍ
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